La semana pasada tuve la suerte de poder asistir a la segunda versión del Curso Taller de Formación de Agentes de Igualdad, organizado por SernamEG y centro Scielo de la U. Santo Tomás. El grupo de estudiantes lo formábamos personas de servicios públicos, empresas, y instituciones de educación. Entre lo expuesto por las profesoras (encabezadas por Pamela Caro) y lo compartido por quienes asistimos al curso durante dos y medio días, aprendí tanto! Seguro lo que escriba aquí no es representativo de toda la reflexión lograda gracias al curso, pero bueno, es un resumen…
Partimos de los conceptos básicos, como que sexo y género no son lo mismo. Que el antónimo de machismo sería hembrismo, y el feminismo es lo que se opone al sistema patriarcal en el que la humanidad ha vivido por tanto, tanto tiempo. Desde ahí a la división sexual del trabajo (horizontal y vertical, y respecto al trabajo doméstico – The global gender gap report 2016 trae datos recientes al respecto), la violencia basada en género, y el acoso laboral y sexual. Lo último me llevó a pensar en cuán invisibilizados han estado los temas de acoso en la universidades que tan sólo han salido a la luz en el último año. Y hoy, de nuevo, me encuentro admirando el trabajo de la oficina de género de la U. de Chile al respecto (ver entrevista a Carmen Andrade).
Después nos fuimos a lo específico de la norma chilena (que es certificable) de gestión de igualdad de género y conciliación de la vida laboral, familiar y personal (NCh3262), que está pensada desde el concepto de la co-responsabilidad entre hombres y mujeres respecto al trabajo doméstico para que todas las personas puedan dedicar tiempo tanto al trabajo remunerado como al personal. La norma está siendo lentamente adoptada por grandes empresas en nuestro país y ya hay incluso unas pocas instituciones que cuentan con el sello Iguala que otorga el Gobierno de Chile (que es independiente de la certificación de la norma, pero considera aspectos similares). Las instituciones del gobierno están también ocupadas de lograr avances en esta materia. Esto es súper esperanzador.
Aún así, todavía hay espacio para seguir actuando. Por ejemplo, pienso que es improbable que pequeñas empresas (donde trabaja un gran porcentaje de nuestra ciudadanía) adopten la norma en el corto o mediano plazo ya que ésta está pensada para organizaciones que ya tienen un sistema de gestión certificado (o al menos funcionando). También parece difícil que las instituciones educacionales, como la institución en la que trabajo, tomen la decisión de adoptar la norma en medio de procesos de acreditación que no tienen requisitos respecto a la promoción de la igualdad de género. Sería tan razonable que la acreditación tenga requisitos en este sentido. Si la igualdad y la co-responsabilidad es algo que buscamos en el mundo laboral, parece sólo razonable que también los busquemos en los espacios de formación de las futuras fuerzas laborales del país (tanto en universidades como centros de formación técnica). Por ahora, esto sigue siendo una decisión de cada organización. Al fin y al caso, se agradece que ya haya una norma de igualdad de género y, sinceramente, espero que ésta no se vuelva letra muerta como la ley de igualdad de remuneraciones que existe hace años, pero en la práctica no ha logrado el objetivo de cerrar la brecha salarial de género.
Autora: Claudia López